miércoles, 19 de octubre de 2016

El Palacio de las fantasías


 Y a pesar de la tecnología y el incesante cambio, finalmente prefiero creer que el tiempo es circular, como tituló Borges uno de los ensayos de su inolvidable Historia de la eternidad. Que el tiempo es una enorme rueda como las que nos heredaron los aztecas en su conocidísimo calendario pétreo, y que la rueda gira y gira repitiendo eventos una y otra vez.

  Para muestras un botón: a pesar de contar con la esclavizante televisión con sus decenas de canales, sin hablar de la adictiva internet y sus interminables redes sociales, seguimos sometidos a los influjos de una historia muy bien contada, ya sea que esta aplique en la categoría de reportaje impreso, televisivo, o en los más populares chismes de peluquería unisex o bochinche cervecero de mesa de dominó. 

  Todo el que hoy tenga hijos aún adolescentes recuerda, en un nebuloso ayer, el resurgimiento de los memorables cuentacuentos. Hombres o mujeres con un cierto aire intelectualoide  y una fantasía a toda prueba que se ocupaban de regar la imaginación de los pequeños retoños con un chorro de historias adobadas de fantasía, magia y sorpresa.

Y no carecen de reválida los dedicados al oficio. La algún dia clásica e inmortal Wikipedia señala que “Un cuentacuentos (traducción al español del término inglés storyteller), también llamado contador, cuentista o cuentero, es un narrador oral de cuentos e historias”. Palabras más palabras menos, lo que hacían hace más de cuarenta años los recordados viejos del barrio que, taza de café en mano y sentados sobre un añoso tocón ( parte del tronco de un árbol que queda en el suelo y unida a la raíz cuando es talado por el pie, para los mal pensados) azuzaban nuestros más primitivos miedos con aterradoras historias de la tulivieja o el chivato. ¡ Cuántas pesadillas no atesoramos como producto de aquella costumbre que hasta hace poco creaímos tan extinta como los cobradores de impuestos.

  Con el correr de los años el tema de estos históricos personajes- los cuentacuentos- pasó de la tulivieja y el chivato, a la mujer vestida de bata larga y blanca y cabello de igual tono que cualquier camionero que se respete debe haber visto recostada en algún puente interiorano en uno de sus insomnios carreteros. La evolución cuentera nos llevaría luego a la enfermera que en las madrugadas hospitalarias atiende a uno que otro recluído sin que el aludido se percate hasta un par de horas después cuando la que si ponchó tarjeta insiste en propinarle una pastilla que ya el enfermo asegura haber tomado.

En 1993 vendría una degeneración de la tradición cuando Steven Spielberg nos sale con unas historias terribles sobre dinosaurios resucitados, vivitos y coleando en pleno siglo XX. ¡Habráse visto patraña semejante! ¿A quién se le ocurre hacernos creer que existe la mínima posibilidad de ver dinosaurios en esta época? Hay que ser realmente perverso para intentar reemplazar personajes tan cotidianos como la Tepesa y el Chivato por semejantes bichos.

Luego de Spielberg vendrían nuevos aires en la tradición oral latinoamericana cuando corrió como reguero de pólvora la historia del Chupacabras. Aires frescos en la imaginación popular y un nuevo retorno a nuestras raíces imaginativas con un personaje tan real e intimidante como una suegra en nuestra casa.

 Para estas fechas, a unos años de culminar la segunda década del siglo, el cuentacuentos es ahora un personaje con una cierta relevancia nacional; una casta que ha logrado enquistarse en las altas esferas económicas y de poder de nuestros países. En el nuestro, por ejemplo, se reproducen cada cinco años, cuando se despliegan por cada rincón del país, endulzando las orejas nacionales y llenándolas de cuentos de nunca acabar, de lluvias de maná donde nos ahorramos el desierto y la caminata de 40 años.

Para estos días, quien asegure que somos un país sin tradición ni cultura, merece más que.un sopapo en la jeta. Somos una nación guiada por la imaginación y la fantasía desbordada de un supremo representante cuentacuentero. Somos un país que apostó al desborde febril de la creatividad y alojó en su máximo palacio de gobierno a un cuentero sin par en estos terruños. Un practicante cuyo hechizo imaginativo nos ha dado ya perlas tan grandiosas como “el pueblo primero”, “techos de esperanza”, “cero letrinas”, “ 58 balboas más para tu bolsillo”, “mayor transparencia”, “más seguridad”, “Panamá bilingüe”, “Barrios seguros”, y un largo etcétera tan fantástico que se lo envidiaría el siempre recordado e imaginativo García Márquez, o cualquier otro representante del realismo mágico.

 A todos los incrédulos de este país: la imaginación está alojada en palacio y acompaña por un par de años más a nuestras queridísimas garzas. ¡ Larga vida a la fantasía y al Cuentacuentos Supremo!...al que descansa en la silla, no al que manda detrás de ella.

sábado, 15 de octubre de 2016

PUBLICADO POR PRIMERA VEZ EN 2001.Con la esperanza que aun conserve una pizca de vigencia extensiva al terreno de la política criolla de las últimas semanas. 

Carta a mi hijo

Hijo mío:Tal vez esta carta esté fuera de tiempo por tus escasos seis años, y tal vez tu pobre padre ya sea víctima de la neurosis que traen aparejados los años, pero es mi deseo que cuando consigas aprender a leer - que en eso ya andas - este sea uno de tus primeros materiales de lectura. Recuerdo lo mucho que te agradaba la idea de ir a la escuela, al igual que a la mayoría de los infantes. Y espero que ese ímpetu no sea echado por tierra como generalmente ocurre por causas que nadie se ha tomado la molestia aún de establecer.¿ Algún maestro malo, diríamos ? ¿ O, peor aún, un ambiente escolar escaso de estímulos? No quiero buscar culpables. Y aprovechando que, como dicen , escribir es el mejor exorcismo para los demonios y las dudas, quiero encontrar y compartir contigo una sencilla explicación para la violencia que se hace dueña de las escuelas de la ciudad. Es una respuesta personal, que no necesariamente tiene que ser compartida por el resto de nuestros congéneres, pero que no por personal carece de valor : Las opiniones, al igual que los ideales, fundamentan su valor en el grado de fe que les profesamos.La actual violencia estudiantil es consecuencia directa del fracaso educativo que sufre el país. Los jóvenes de hoy despliegan tal pobreza intelectual, tal carencia en el manejo de las ideas, que no resulta demasiado difícil vislumbrar el origen de la tragedia. Inmersos en un hedonismo ramplón y alérgicos a los esfuerzos de la lectura, atesoran la sarta de prejuicios que les brinda la televisión y la música estridente que es material común en los busitos que los llevan y traen de la escuela. Asombra, sin embargo, el grado de apego que demuestran al defender este material - sus prejuicios -.Pero, ojo, que el ardor con que los defienden no es convicción, es temor : cada prejuicio que les echen por tierra aumenta su vacío intelectual; es una clavija menos para sostener tan pobre existencia.Espero que perdure en tí, hijo mío, ese interés que has demostrado por los libros. Sólo ellos te darán la capacidad para moverte en el terreno de las ideas y te harán partícipe del enorme legado que han dejado otros que vivieron antes que tú. Sólo ellos permitirán que tu panorama vital se extienda más alla de las cuatro paredes, estrechas por cierto, de la ignorancia y el prejuicio.Hijo, los muchachos que viste en los noticiarios, y todo aquél que se entrega al argumento fácil de la violencia - que son muchos y no salen necesariamente en la televisión - son violentos porque son intolerantes. Y son intolerantes porque son presa fácil del dogmatismo. ¿Pero, qué es un dogma ? preguntarás con la sana curiosidad de tus escasos años. Un dogma es aquello que tenemos por principio inalterable, aunque no sepamos explicar el por qué y el para qué. Dogma es lo que llevó al asesinato de millones de judíos durante la segunda guerra mundial; dogma es lo que propició establecer la esclavitud como un comportamiento común a la llegada de los conquistadores por estos lares; dogma es lo que lleva a pensar a ciertos fanáticos que las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres. Y los dogmáticos lo son porque al carecer de las herramientas intelectuales que brinda una efectiva educación, están inhabilitados para la adquisición de ideas ( hacerse de estas últimas representa un esfuerzo monumental para el cual , con razón, se sienten incapacitados). Comprenderás, hijo mío, que un individuo así, carente de todo recurso para ejercitarse en el debate, recurra a la única opción posible para defender su escuálido patrimonio: la violencia.Claro que no todo es tan simple como aquí te lo planteo. El mundo es variopinto y extremadamente complicado. Lo simplificamos para poder entenderlo. El problema de la violencia juvenil tiene muchas otras aristas: la violencia doméstica, los malos ejemplos a que están expuestos los pequeños, las frustraciones...qué se yo. También los padres tenemos mucha de la responsabilidad en este problema. Hemos echado la responsabilidad de la educación en hombros de la escuela y le hemos sacado el cuerpo al asunto. Cerramos los ojos ante nuestras responsabilidades como si cerrándolos fueran a desaparecer. Por mi parte te pido un poco de comprensión : todos llegamos a la paternidad carentes de experiencia. Solo una vez que estamos en camino comprendemos lo difícil que fue el camino para nuestros padres. Y comprendemos, entonces, valga la redundancia, que la comprensión es uno de los primeros pasos en la búsqueda de soluciones.