Definitivamente
este es un país que marca el rumbo de las democracias modernas: un
faro que señala el camino a seguir por los países libres en un
mundo convulso y hundido en las nieblas de la incertidumbre.
En medio de la
demolición de la otrora celebérrima barraca bautizada, en mejores
tiempos, con el nombre de la aún más famosa marca de llantas,
nuestro Primer Ciudadano advirtió:
-
El
pandillero que toque esta barraca o venga a intimidarla, crea que va
a
venir
la misma escolta presidencial a poner orden.
Y
a renglón seguido prometió dar el número de su celular personal a
una de las presentes, para que en caso de oídos sordos por los
fascinerosos del entorno, le llame directamente a cambio de enviar a
sus guardaespaldas
para imponer el orden perdido – y de paso dejar constancia que no
amenaza en vano-.
Mejor
aún que en Ciudad Gótica, donde la democracia no revela tales
alcances, pues la línea directa – el batifono- sólo conecta al
inspector de la policía con el muerciélago vigilante y protector.
Igual
que la batiseñal…
Aquí,
en nuestra pequeña nación, a partir del momento de las
declaraciones, llevaremos el desarrollo de la democracia y la
participación popular a unos niveles que ya nos envidiaría el
mismísimo Abraham Lincoln, el
presidente norteamericano que habló del “gobierno del pueblo, por
el pueblo, y para el pueblo”. Pero,
que lamentablemente se quedó en puro bla bla blá, como es la
costumbre en las castas políticas del resto del mundo, no así en la
nuestra, la criolla, que ya comienza a dar pruebas consistentes de
avances y un desarrollo envidiable. Y sobre todo, de palabra
cumplida.
A
partir de ahora, cualquier ciudadano tendrá al alcance de una
llamada o de un chat, al Ciudadano Mayor del país.
-
¡Aló, señor presidente! ¡Venga
rápido, por favor, que hay unos malandros en la calle de enfrente
robándole la bolsa del super a una ancianita!
-¡Aló,
señor, presidente! ¡Apresúrese, por Dios, que me roban el auto!
-¡Aló,
señor presidente! ¡Necesito que se presente de inmediato que aquí
hay un “no voy” que se niega a llevarme en su taxi!
-¡Aló,
señor presidente!…
-¡Aló,
señor presidente!…
-¡Aló,
señor presidente!…
¡Qué
envidia los panameños!, será el suspiro reinante en latitudes fuera
de nuestro territorio.
¿Por
qué nuestros presidentes no son como el que tienen en Panamá?, se
quejarán los votantes del resto de la bolita del mundo amén.
-¿
Y quién te asegura que no resultará igual que las otras líneas
disponibles para dizque resolvernos problemas ciudadanos?- escupió
el inconforme de mi vecino y campeón del pesimismo nacional.
En
este país lo que sobran son las líneas para llamar y quejarse,
siguió destacando, pero lo que falta es gente dispuesta a responder
y resolver de inmediato. Llamas para denunciar una rotura de tubería
por la cual se pierden cientos y cientos de galones de agua potable y
pasan meses y aún años antes de que alguien se digne presentarse a
resolver. Te percatas de movimientos raros en la casa del vecino que
anda de viaje con su familia y vas y marcas el número de “Proteger
y servir” y
amaneces asomado y angustiado junto a tu ventana solo para enterarte
que los cachivaches de la familia viajera fueron mudados en un camión
que esperaba junto al muro trasero de la casa. ¿Y los guardianes del
orden? Me los saludas si alguna vez se dignan acudir al llamado.
Y
ni qué decir con el resto de las líneas a disposición de la
ciudadanía, incluídas la de la institución de salud de los
trabajadores nacionales, que es el monumento supremo a la burocracia
presente y futura.
-
Despierte, vecino, ya está
muy grandecito para pecar de ingenuo. Ninguna línea telefónica
resuelve los problemas de la gente, porque los funcionarios a los que
se dirigen los gritos de auxilio andan en otras vainas. ¡ Esos están
ahí únicamente para cobrar sus salarios, no para servir a quienes
se los pagamos!...Y
eso incluye al Funcionario Número Uno.
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