sábado, 20 de agosto de 2016

¡Aló, Presidente!

  Definitivamente este es un país que marca el rumbo de las democracias modernas: un faro que señala el camino a seguir por los países libres en un mundo convulso y hundido en las nieblas de la incertidumbre.
En medio de la demolición de la otrora celebérrima barraca bautizada, en mejores tiempos, con el nombre de la aún más famosa marca de llantas, nuestro Primer Ciudadano advirtió:
- El pandillero que toque esta barraca o venga a intimidarla, crea que va a venir la misma escolta presidencial a poner orden.
Y a renglón seguido prometió dar el número de su celular personal a una de las presentes, para que en caso de oídos sordos por los fascinerosos del entorno, le llame directamente a cambio de enviar a sus guardaespaldas para imponer el orden perdido – y de paso dejar constancia que no amenaza en vano-.
Mejor aún que en Ciudad Gótica, donde la democracia no revela tales alcances, pues la línea directa – el batifono- sólo conecta al inspector de la policía con el muerciélago vigilante y protector. Igual que la batiseñal…
Aquí, en nuestra pequeña nación, a partir del momento de las declaraciones, llevaremos el desarrollo de la democracia y la participación popular a unos niveles que ya nos envidiaría el mismísimo Abraham Lincoln, el presidente norteamericano que habló del “gobierno del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo”. Pero, que lamentablemente se quedó en puro bla bla blá, como es la costumbre en las castas políticas del resto del mundo, no así en la nuestra, la criolla, que ya comienza a dar pruebas consistentes de avances y un desarrollo envidiable. Y sobre todo, de palabra cumplida.
A partir de ahora, cualquier ciudadano tendrá al alcance de una llamada o de un chat, al Ciudadano Mayor del país.
- ¡Aló, señor presidente! ¡Venga rápido, por favor, que hay unos malandros en la calle de enfrente robándole la bolsa del super a una ancianita!
-¡Aló, señor, presidente! ¡Apresúrese, por Dios, que me roban el auto!
-¡Aló, señor presidente! ¡Necesito que se presente de inmediato que aquí hay un “no voy” que se niega a llevarme en su taxi!
-¡Aló, señor presidente!…
-¡Aló, señor presidente!…
-¡Aló, señor presidente!…
¡Qué envidia los panameños!, será el suspiro reinante en latitudes fuera de nuestro territorio.
¿Por qué nuestros presidentes no son como el que tienen en Panamá?, se quejarán los votantes del resto de la bolita del mundo amén.
-¿ Y quién te asegura que no resultará igual que las otras líneas disponibles para dizque resolvernos problemas ciudadanos?- escupió el inconforme de mi vecino y campeón del pesimismo nacional.
En este país lo que sobran son las líneas para llamar y quejarse, siguió destacando, pero lo que falta es gente dispuesta a responder y resolver de inmediato. Llamas para denunciar una rotura de tubería por la cual se pierden cientos y cientos de galones de agua potable y pasan meses y aún años antes de que alguien se digne presentarse a resolver. Te percatas de movimientos raros en la casa del vecino que anda de viaje con su familia y vas y marcas el número de “Proteger y servir” y amaneces asomado y angustiado junto a tu ventana solo para enterarte que los cachivaches de la familia viajera fueron mudados en un camión que esperaba junto al muro trasero de la casa. ¿Y los guardianes del orden? Me los saludas si alguna vez se dignan acudir al llamado.
Y ni qué decir con el resto de las líneas a disposición de la ciudadanía, incluídas la de la institución de salud de los trabajadores nacionales, que es el monumento supremo a la burocracia presente y futura.
- Despierte, vecino, ya está muy grandecito para pecar de ingenuo. Ninguna línea telefónica resuelve los problemas de la gente, porque los funcionarios a los que se dirigen los gritos de auxilio andan en otras vainas. ¡ Esos están ahí únicamente para cobrar sus salarios, no para servir a quienes se los pagamos!...Y eso incluye al Funcionario Número Uno.


No hay comentarios:

Publicar un comentario