Esa encuesta que anda por ahi, que dizque sitúa a nuestro presidente
en la quinta posición de los mandatarios centroamericanos peor
evaluados, debe ser una campaña montada por una sarta de envidiosos.
De los enemigos acérrimos de la igualdad de oportunidades. ¡Si,
Como lo leyó! De esos grupejos pretenciosos que se oponen a la
igualdad de oportunidades. Porque si algo ha demostrado esta
administración es una apertura total a que gente sin la menor idea
de lo que hace, ocupe los puestos de mayor autoridad – y mayores
salarios-. Ya no hace falta ser brillante- qué digo brillante-; ya
no hace falta ser medianamente inteligente para ocupar los cargos de
mayor envergadura y mayores salarios. Y eso es un logro político y
democrático: cualquier mediocre ocupando puesto de mando y
jurisdicción desde el cual, además, se decide el futuro de la
nación.
La idea y el propósito ahora no es jactarse de logros, ni siquiera
llevar a cabo aquellas tantas promesas de campaña- ¿Para qué si ya
estamos montados en la silla?-. El objetivo es contentar a la sarta
de compinches que apoyaron en campaña al actual inquilino del
palacio. Contentarlos y mantenerlos lucrando: que eso es lo
verdaderamente importante. Lo demás era una simple colección de
eslóganes para endulzarle el oído a los incautos votantes.
Esa es la razón fundamental porque el mandatario no tome acciones
radicales ante los errores y escándalos en los que “muy de vez en
cuando” incurren sus altos colaboradores.
¿Por qué una de sus viceministras tiene que pagar por los deslices
en los que se ve envuelta su mascota? Porque fue a la mascota a la
que vieron paseando con el escolta, no a la vice. A esa misma mascota
que en nada ayudó en campaña, muy al contrario de su dueña, que
dio sus mejores y más proselitistas esfuerzos antes de las pasadas
elecciones.
¿Por qué va a exigir la cabeza de uno de sus ministros por el
simple hecho de nombrar en un puesto de importancia a uno de sus
sobrinos? ¿Desde cuándo el amor a la familia pasó a ser tan
terrible pecado? ¡Santos nexos familiares! Pelemos el ojo porque
como pueblo estamos cayendo en unos niveles alarmantes de
insensibilidad a los valores que adornan a la familia.
En
estos momentos estamos al inicio de uno de los períodos
presidenciales que escribirá paginas de oro en los anales de la
democracia local, y aún la mundial. Un período presidencial donde
no se exige un cerebro deslumbrante para escalar a las posiciones
predominantes del estado, ni siquiera se exige que el personaje que
escala posea una inteligencia promedio. Sólo se requiere, además de
los nexos comerciales, una amistad a toda prueba. Un sometimiento a
palacio sin dudas ni fisuras. Y aquél que demuestre poseer estas
cualidades sobrevivirá en su puesto muy por encima del clamor y el
descontento populares.
Porque afortunadamente para nosotros el jefe de las garzas es de una
lealtad envidiable. Una lealtad que esta muy por encima de sus
promesas al electorado en cuanto a honestidad y transparencia. Aunque
esa lealtad la confunde la masa con falta de carácter. Y aún osan
acusarle, injustamente, de blandengue: de patrocinador de
sinverguenzuras. ¡ Pueblo malagradecido!
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